Las autoridades peruanas dijeron que no hay afectados, pero explicaron que el movimiento telúrico causó alarma en la población que recordó el mortal sismo que sacudió hace tres meses la zona de Pisco.
El terremoto de 7,7 grados en la escala de Richter registrado en el norte del país, con epicentro en Quillagua, causó la alarma entre los pobladores de las regiones de Tacna, Moquegua y Arequipa, en el sur peruano, sin que causara víctimas ni daños materiales.
Según datos del Instituto Geofísico del Perú (IGP), el movimiento telúrico se sintió en Tacna, fronteriza con Chile, con una intensidad de cuatro grados en la escala de Mercalli.
El director del Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci) de Tacna, Jonatan Ríos, dijo que aunque el movimiento telúrico fue "bastante considerable", aún no se ha informado sobre afectados o el colapso de algún establecimiento, informó la agencia oficial Andina.
En Moquegua, situada a unos 150 kilómetros de la frontera con Chile, el sismo se sintió "levemente", pero "ha producido alarma" entre los pobladores de la zona, que evacuaron sus locales, explicó Luis Alberto Cornejo, representantes del Indeci de esa región.
"Es probable que haya pequeños derrumbes en las carreteras, como es usual en estos casos de sismos pequeños, pero no creo que haya afectado el tránsito", agregó Cornejo, tras explicar que tampoco han resultado afectadas las viviendas, según los primeros reportes.
En Arequipa, donde el sismo se sintió con una intensidad de 2 a 3 grados en la escala modificada de Mercalli, la gente se agolpó en la Plaza de Armas, temerosa de las réplicas, según Andina.
El movimiento telúrico en Chile se registró casi tres meses después de un fuerte terremoto de 7,9 grados en la escala de Richter que asoló la costa central peruana y dejó 595 muertos, 318 desaparecidos y más de 20.000 heridos. (EFE)
jueves, 15 de noviembre de 2007
viernes, 18 de mayo de 2007
La momias de Quillagua: Patrimonio Nacional
Los habitantes de la provincia de Quillahua, perteneciente a la jurisdicción del municipio de María Elena en la Segunda Región, hoy quieren rescatar los restos de una monia olvidada en el museo de la localidad, con el fin de que se destinen los recursos necesarios para salvarla de la desintegración.
Según declaraciones de sus habitantes, en el recinto antes mencionado y que permanece cerrado hace años, también se encontrarían geoglifos de Chug Chug y la tumba de un chamán. Aún así, la momia se ha conservado en perfecto estado gracias a la sequedad y salinidad del desierto de Atacama.
En estos momentos, según afirmaron al medio “Las Últimas Noticias”, las osamentas están tiradas en el suelo del museo y fue el mismo delegado municipal de Quillahua, Jorge Mena, quien se preocupó de horadar en el piso para que la momia estuviera más resguardada.
Los restos corresponderían a un trabajador esclavizado, un “culí” como se les decía en ese entonces a los chinos utilizados en las faenas mineras de la zona durante el siglo XIX, cuando el territorio pertenecía a Perú.
El cuerpo fue encontrado en los años 80 en las inmediaciones de un cementerio indígena precolombino, donde seguramente fue enterrado cuando el desconocido murió unos 100 años atrás.
El golpe de gracia
Antes del desastre ecológico Quillagua vivía gracias a las aguas de río. Los habitantes de este lugar sabían que ese era su gran tesoro y la única fuente de salvación para el valle. Recién partía la década del 80 cuando a Juan Iglesias y su primo se les ocurrió poblar de flores el oasis y convertirse en grandes productores de miel. Un canadiense experto en acuicultura les enseñó sus secretos y alcanzaron a producir 17 kilos de miel en quince días, según ellos, un récord nacional.
En 1982 las flores se secaron y las abejas murieron. Iglesias y su primo culpan de su desgracia a la empresa sanitaria Essan, que entubó las aguas dulces del río para abastecer de agua potable a las grandes ciudades. En la empresa explican que esas aguas les fueron concedidas a principios de siglo por el Estado. Pero todavía quedaban las aguas saladas del río. Don Porfidio Vega, oriundo y forjador de Quillagua, decidió no quebrarse ante la desgracia. Inventó un plan para usar esas aguas y así revertir la crisis.
Con 70 años cumplidos, don "Porfiado", como le dicen cariñosamente, estaba a punto de bajarse del tractor para lanzarse a una pesca milagrosa en el desierto. Su esposa y su único hijo lo apoyaban: Se iba a transformar en criador de camarones de río a escala industrial. Don Porfidio alcanzó a cosechar en estas piscinas camarones tan grandes que seis hacían un kilo. Pero un día negro para la historia de Quillagua, los camarones murieron. Bajo el torrente de agua color chocolate se ahogaron los sueños de don Porfidio. Ese día murieron todos los peces que llevaba el río. El suelo quedó inerte y los vegetales incomibles.
Fuertes lluvias en el norte habían arrastrado desechos tóxicos acumulados por muchos años en el desierto y en el vecino tranque Sloman, contaminando las aguas del Loa. Los turistas que frecuentaban el balneario del oasis dejaron de llegar. Cabras, cerdos y burros murieron de diarrea. A los pocos meses los animales empezaron a nacer con deformaciones en el hocico que les impedían amamantar, muriendo de hambre.
El agua, el bien más preciado en el desierto, dejó de ser la fuente de vida en Quillagua y el desastre ecológico provocó alarma en el país. De inmediato la intendencia de la Segunda Región contrató al científico Domingo Román para que analizara las aguas y descubriera las causas de la contaminación. A los pocos días el informe Román estaba listo: había encontrado en el Loa deshechos tóxicos de las faenas mineras.
La justicia tomó parte en el asunto. Le pidió al científico Domingo Román que actuara como perito y recién en febrero de este año (2000) emitió su veredicto. El fallo responsabilizaba a la gran minería de la contaminación del Loa, pero no sancionaron a los responsables. Codelco, por su parte, no ha variado su postura oficial: Que la contaminación tiene causas naturales y que la empresa es inocente.
¿Quién es, entonces, el responsable de la contaminación de la única fuente de vida en el desierto? Una pregunta que urge aclarar, porque cada vez que llueve en el norte grande el Loa arrastra sedimentos y se vuelve a contaminar. De hecho -según el perito Román- los efectos de las lluvias de este invierno, fueron aún peores que las de aquel día negro. Después del desastre del Loa, Juan Loaiza, Porfidio Vega, y el 80 por ciento de los habitantes de Quillagua firmaron voluntariamente lo que puede ser su sentencia final. Vendieron sus derechos de agua a la empresa Soquimich.
¿Cómo es posible que llegaran a este extremo? Loaiza y los quillaguinos se excusan asegurando que lo que vendieron fue agua que no sirve. Mientras, con el 80 por ciento de los derechos de agua en su poder, Soquimich tiene derecho legal de prácticamente secar el valle de Quillagua. Pero aún no lo ha hecho. Pero, ¿Lo va a hacer? ¿Cuándo? ¿Qué planea hacer la empresa con las aguas que le quedan a Quillagua y que le pertenecen? Ante esto, Soquimich prefirió guardar sus planes en silencio.
Sin embargo, aunque se siente el silencio y la soledad que ocupan hoy las casas vacías y las calles resecas de un oasis donde todos saben que tiene los días contados, Quillahua aún sigue latiendo. Antes de la contaminación del Loa vivían en Quillagua mas de 500 personas. En la época de las salitreras eran cerca de dos mil y ahora no quedan más de 120 vecinos, casi todos ancianos y solos.
La flamante escuela de Quillagua tiene capacidad para 80 alumnos. Pero se esta quedando vacía, ya que todos los niños que hay de primero a sexto básico caben en una misma sala. De acuerdo a los registros en 1976 tenían 79 alumnos y en el año 2000 se matricularon 23 y ocho ya se retiraron. Se fueron con sus familias a la ciudad. Por su parte, los jóvenes se van, porque en el valle no hay un liceo para que sigan estudiando, pero la mayoría se esta yendo porque en el oasis ya no hay trabajo.
Un camión visita el valle tres veces a la semana. Viene de María Elena, de la municipalidad, cargado de agua potable, porque en Quillagua no hay. A pesar de que el agua limpia no alcanza ni para un baño diario por persona, don Porfidio comparte su ración con sus animales. Él esta decidido a quedarse en el valle y resistir, aún cuando sea a costa de su agua para tomar. Compartiendo su ración de agua, don Porfidio logró volver a tener sus crianza de 50 animales.
En lugar de lavar la ropa Mariel, otra quillahuina decidió cocinar un buen almuerzo de día domingo para compartir con su familia, aunque sea en penumbra, ya que en Quillagua la luz eléctrica también llega de a gotas. Carlos y Nicolás son los hijos mayores de Mariel. Trabajan bajo las órdenes de Don Porfidio en las obras de limpieza del canal de regadío.
El fin de semana los hombres del pueblo trabajan limpiando el canal. En la semana en el plan de cesantía, que termina en octubre. Si la autoridad decide no renovarlo, Nicolás, Carlos, Miguel y don Porfidio se van a quedar -como ellos dicen- pateando piedras y sin los 80.640 pesos mensuales con que cuenta cada uno de ellos para mantener a la familia. Carlos y Nico no quieren dejar sola a Mariel, pero saben que si el plan no se renueva, ellos simplemente van a verse obligados a emigrar. Ya no saben que hacer.
Otro caso es el de Mireya y Eduardo, quienes vivieron toda su vida adulta en la ciudad y a pesar de que tienen los recursos para quedarse cómodamente allá, decidieron volver. Ellos prefieren la manera calma de vivir en el desierto y regresaron con la primera gran esperanza para Quillagua. Su proyecto es hacer de este lugar un gran centro de reposo para los adultos mayores del norte grande. Están convencidos que con su aire puro, la tranquilidad y los 38 grados de calor todos los días del año, el oasis es el lugar perfecto para pasar los últimos años de vida en comunidad.
La casa de reposo depende de la construcción de una planta procesadora de agua potable. El proyecto esta y si se aprueba, Eduardo y Mireya se pondrían a trabajar de inmediato. Creen que pronto llegaría mucha gente a vivir al pueblo, que se abrirían fuentes de trabajo. Además, si hay agua dulce, la Conaff pretende reforestar el oasis con su especie nativa, los algarrobos blancos que son únicos en el país.
Con agua dulce se podrían construir hospederías para recibir a turistas, como antes, y quizás llegarían recursos para rescatar al olvidado museo de Quillagua, que contiene restos arqueológicos impresionantes. Pero incluso estos testigos de la historia, que se encuentran en el museo, van a quedar olvidados bajo el polvo si no se construye la planta de agua. El proyecto lleva tres años deambulando por oficinas públicas y ni siquiera el propio alcalde sabe si finalmente se va a aprobar.
Quillagua en flor
A comienzos del siglo 20, en la época de oro de las salitreras, Quillagua florecía, era el vergel de Atacama. Esta localidad era la que abastecía de forraje a los animales de las oficinas de salitre de la Segunda Región, llegando a tener hasta siete cortes de alfalfa al año, todo un récord. Incluso llegaron a exportar fardos al sur de Chile. Por todo esto, los quillaguinos tenían situación económica como para darse ciertos lujos.
Con la Primera Guerra Mundial las salitreras empezaron a morir y Quillagua no se quedó atrás. Se acabó la prosperidad y los mercados de alfalfa decayeron. Juan Iglesias habita solo una casa llena de fantasmas. Durante los últimos 20 años ha ido comprando y juntando vestigios del pasado glorioso del norte grande, y de Quillagua. Es uno de los últimos quillaguinos y está decidido a luchar para que este pasado no se olvide. A pesar de que él no tiene los medios económicos, quiere levantar un gran museo, con los recuerdos.
Hasta el año 70 el tren longino -que repleto de pasajeros viajaba de Iquique a Santiago- paraba tres veces a la semana en la estación de Quillagua. En 1973 el Longino dejo de pasar por el oasis. En nostalgia por el pasado, ahora los quillaguinos salen a saludar al tren de carga, que pasa sin anuncio un par de veces al año y sigue de largo.
Antes, la carretera del norte pasaba por la calle principal de Quillagua, la Avenida Comercio, hasta que en 1960 la autoridad decidió darle otro trazado a la autopista y sacarla del pueblo. Junto con la carretera desaparecieron los cuatro restaurantes, el hotel y los turistas de Quillagua. Hace años que nadie, o casi nadie, entra a la gran cervecería Loaiza, cuyo dueño parece sumergido en un doloroso letargo. Detrás del mostrador don Juan Loaiza se pasa horas y años tratando de entender cómo le sacaron la carretera del pueblo. Recordando también lo que para él fue el golpe de gracia para el oasis: El día en que el río Loa se contaminó.
Quillagua se muere de sed
La señora Gladys es la encargada de peinar, vestir y limpiar con crema a san Miguel Arcangel, que por el mil ochocientos, de manera misteriosa, vino a instalarse en este oasis del desierto para convertirse en el Patrono de Quillagua.
En la devoción por su patrono reside la fuerza que le va quedando a este oasis de pasado glorioso, el cual se está secando. La fiesta del patrono se celebra el 29 de septiembre y este año 2000 será crucial, ya que los quillaguinos que van quedando, van a rogar a su San Miguel, para que el oasis vuelva a florecer.
Muchas desgracias han golpeado a este valle que queda justo a mitad de camino entre Iquique y Antofagasta. En un siglo Quillagua perdió al 90 por ciento de su población y casi todos sus recursos. Ya no hay restaurantes ni hotel ni camarones de río que abundaban antes. Las cosechas de alfalfa se acabaron y las casonas quedaron clausuradas, con candado.Este valle del río Loa se está secando bajo el sol implacable de Atacama y las cifras lo declaran económicamente no rentable. Pero los pobladores aún no pierden las esperanzas, ya que les queda San Miguel, que quizás encuentre la manera para interceder.
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